Tradiciones, mitos y leyendas en el País Vasco.

Juan Mugarza Zaldumbide
2 tomos, Bilbao, 1981, 1987.

La primera edición la lanzó al mercado la efímera editorial bilbaína “Laiz, S.A.”, en 1981. La segunda, que es la que ha llegado a nuestras manos, corrió a cargo del autor en noviembre 1987, según reza en la frontal del libro. Las dos ediciones, ya añejas ambas, están agotadas y son difíciles de conseguir.
Es un libro especial éste del bilbaíno Juan Mugarza por muchos motivos. Por el título nadie podría sospechar que fuera una obra dedicada especialmente a las aves, pero emplea en este sujeto más o menos la mitad de las 600 páginas que suman los dos volúmenes, especialmente en el primero de ellos. No en vano, ya había dado a conocer antes y lo seguiría haciendo después el autor su interés por la naturaleza, plantas medicinales y micología en particular, (Formulario de plantas mecidinales, Laiz, 1983; Setas comestibles y venenosas: conocerlas y diferenciarlas, Editorial Cantábrica, 1992; A pie por el Pagasarri: guía integral del pulmón de Bilbao, Librería San Antonio, 1993; Pinchos de setas silvestres y cultivadas, edición propia, 1995; Plantas y remedios naturales de los Caminos de Santiago, Plaza & Janes, 1999, ya publicado anteriormente de la mano de la Librería San Antonio; Afrodisíacos: recetario natural de plantas estimulantes y afrodisíacas, Plaza & Janes, 2000; los dos últimos junto al mediático navarro Txumari Alfaro, de quien era colaborador habitual) y con menos asuidad pero no menos intensidad por las aves en el voluminoso Aves de Euskal Herria, Diputación Foral de Vizcaya, 1986.
No hace falta sino abrir el libro que nos ocupa para percatarse que el autor es un amateur con tanta dedicación y entusiasmo como con falta de preparación para estas lides. Aun así el libro hace un ingente aporte de material inédito hasta entonces y también hasta nuestros días. El gran problema y carencia del libro, que lo hace casi inservible, si no es como guía orientativa, es la citación de las fuentes. Recoge el libro cientos de datos interesantisimos, algunos fruto de la labor de campo del autor, pero no cita las fuentes más que ocasionalmente y sin ningún rigor y son demasiado escasas las menciones bibliográficas (calendario Club Master 7, 1976; Essai d’une Bibliographie de la Langue Basque de Julien Vinson, para la leyenda de Pedro de Axular, Historia Vasca, del padre Bernardino de Estella para la leyenda de la Dama de Murumendi, Antología de los Líricos Castellanos de Marcelino Menéndez Pelayo para la leyenda de la Calavera, Flossantorum de Fray Petro de la Vega, 1521, para la leyenda del peregrino del Camino de Santiago…). Alguna mención en el Preámbulo del libro escrito por Jesús María Echagaray parecen dar a entender que se trata básicamente de trabajo de campo del propio autor. Otras declaraciones ambiguas de la pluma del propio autor en el Prólogo tampoco aclaran nada al respecto y el cuerpo general del libro carece de sustancial mención a fechas, lugares, informantes que sustenten esta idea y hubieran dado un incomparable valor al libro. La “leyenda del pájaro solitario” que abre el corpus, escribe el autor que “la cuenta la tradición” lo que mismo que la “leyenda del Monje del Monasterio de Leire” que hace la número cuatro y otras muchas más adelante. “Leyendas de aves”, segunda de la nómina, se la contaron “siendo niño” y la “leyenda del manantial de Azor”, sexta de la colección, le fue relatada en 1948 por un cazador alavés, la “leyenda del Buitre” se la relataron en el barrio Guezala de Ceberio, la leyenda de los Cisnes se lo contó un pescador de la zona de Lapurdi, la leyenda del Chochín o Txepetz la entrecomilla tal como se la contó un aldeano de Ceberio, aunque el lenguaje que transcribe difícilmente se le pueda atribuir a tal personaje… así de vagas y etéreas son las fuentes de las que bebe el autor.
El libro se abre con una “curiosa divagación” parece que tomada muy en serio por Juan Mugarza sobre la interpretación orgánica y comparación de la comarca de Bilbao con “el gallo silvestre de las montañas del Cantábrico”, que se trata nada más y nada menos que el esquema orgánico del proyecto realizado, eso sí, a posteriori, pero con una proyección o augurio para el año 2000. Creemos que para estas alturas, el lector ya se habrá hecho una idea ajustada del rigor científico del trabajo que nos ocupa.
Después del sorprendente inicio se presenta el corpus de Leyenda que van a completar el primer volumen. Tras un epígrafe titulado “Leyendas, mitos y tradiciones (Aves)” le sigue otro “Cuentos y leyendas”, que encabezan 80 páginas (13-96) con breves relatos no siempre relacionados con las aves, o de una manera muy tangencial, como es el caso, por ejemplo, de la “Leyenda de Pedro de Axular”; ni en muchas ocasiones directamente al menos con el País Vasco, buena muestra del espíritu viajero y peregrinage jacobeo del autor.
Sigue a este primer cuerpo de leyendas otras encabezadas con el epígrafe “Leyendas de otros países (pp. 97-104), donde incluye relatos desde Grecia hasta Japón). A continuación dispone Juan Mugarza de una sección (“Cuentos, datos, curiosos, augurios y supersticiones [Aves]”, pp. 105-131) tan interesante como caótico, en el que recoge, por ejemplo, “algunos datos sobre la enfermedad de los loros, papagayos...” o “algunos augurios que se dicen de ciertas aves en el País Vasco” en la página siguiente. Entre las curiosidades no faltan unas notas sobre “la isla de los Faisanes”, que está de 350 aniversario estos días, no la isla, claro está, sino el tratado que firmaron entonces las monarquías francesa y española. De esta manera acaba la atención a las aves en este volumen, excepción hecha de algunos datos aislados y de la nómina de sanciones por caza de aves prohibidas (pp. 293-298), para dar paso a un pot pourri de datos, estadísticas, notas históricas y las más variopintas curiosidades.
Comienza el tomo II, con una introducción de la pluma de Jesús María Echegaray, que había preambulado ya el tomo I. Trata brevemente de definir el plan de este segundo volumen, pero lo difuso del objeto hace inviable tal intento, que tampoco logra el propio autor en el prólogo. Consta esta segunda parte de la obra de capítulos o secciones dedicados respectivamente a la brujería, plantas, heráldica, sueños y depresiones (que luego renombra como sueños y supersticiones cuando trata de los animales en general, a los que añade presagios de muerte). Discrimina, y hace capítulos independientes para ello, aves y animales en general. Las materias que trata en la tercera parte del libro, sin embargo, carecen de este doble enfoque, pues parece obviar ya al reino alado, por haberlo hecho antes o por falta de consistencia de los datos. Son estas secciones las siguientes: sortilegios y amuletos, costumbres, mascotas, venenos, remedios, religión, refranes, cuentos y narraciones, para acabar con unas “observaciones del autor”.
En definitiva, un libro que hacía mucha falta pero que frustró muchas expectativas, a falta de una mano o un planteamiento más serio o profesional, que nos recuerda al reciente libro Las aves ibéricas en la cultura popular de Antonio J. Pestana, Tundra ediciones, 2009.

Tradiciones, mitos y leyendas en el País Vasco.

Juan Mugarza Zaldumbide
2 tomos, Bilbao, 1981, 1987.

La primera edición la lanzó al mercado la efímera editorial “Laiz, S.A.”, en 1981. La segunda, que es la que ha llegado a nuestras manos, corrió a cargo del autor en noviembre 1987, según reza en la frontal del libro. Las dos ediciones, ya añejas ambas, están agotadas y son difíciles de conseguir.
Es un libro especial éste del bilbaíno Juan Mugarza por muchos motivos. Por el título nadie podría sospechar que fuera una obra dedicada especialmente a las aves, pero emplea en este sujeto más o menos la mitad de las 600 páginas que suman los dos volúmenes, especialmente en el primero de ellos. No en vano, ya había dado a conocer antes y lo seguiría haciendo después el autor su interés por la naturaleza, plantas medicinales y micología en particular, (Formulario de plantas mecidinales, Laiz, 1983; Setas comestibles y venenosas: conocerlas y diferenciarlas, Editorial Cantábrica, 1992; A pie por el Pagasarri: guía integral del pulmón de Bilbao, Librería San Antonio, 1993; Pinchos de setas silvestres y cultivadas, edición propia, 1995; Plantas y remedios naturales de los Caminos de Santiago, Plaza & Janes, 1999, ya publicado anteriormente de la mano de la Librería San Antonio; Afrodisíacos: recetario natural de plantas estimulantes y afrodisíacas, Plaza & Janes, 2000; los dos últimos junto al mediático navarro Txumari Alfaro, de quien era colaborador habitual) y con menos asuidad pero no menos intensidad por las aves en el voluminoso Aves de Euskal Herria, Diputación Foral de Vizcaya, 1986.
No hace falta sino abrir el libro que nos ocupa para percatarse que el autor es un amateur con tanta dedicación y entusiasmo como con falta de preparación para estas lides. Aun así el libro hace un ingente aporte de material inédito hasta entonces y también hasta nuestros días. El gran problema y carencia del libro, que lo hace casi inservible, si no es como guía orientativa, es la citación de las fuentes. Recoge el libro cientos de datos interesantisimos, algunos fruto de la labor de campo del autor, pero no cita las fuentes más que ocasionalmente y sin ningún rigor y son demasiado escasas las menciones bibliográficas (calendario Club Master 7, 1976; Essai d’une Bibliographie de la Langue Basque de Julien Vinson, para la leyenda de Pedro de Axular, Historia Vasca, del padre Bernardino de Estella para la leyenda de la Dama de Murumendi, Antología de los Líricos Castellanos de Marcelino Menéndez Pelayo para la leyenda de la Calavera, Flossantorum de Fray Petro de la Vega, 1521, para la leyenda del peregrino del Camino de Santiago…). Alguna mención en el Preámbulo del libro escrito por Jesús María Echagaray parecen dar a entender que se trata básicamente de trabajo de campo del propio autor. Otras declaraciones ambiguas de la pluma del propio autor en el Prólogo tampoco aclaran nada al respecto y el cuerpo general del libro carece de sustancial mención a fechas, lugares, informantes que sustenten esta idea y hubieran dado un incomparable valor al libro. La “leyenda del pájaro solitario” que abre el corpus, escribe el autor que “la cuenta la tradición” lo que mismo que la “leyenda del Monje del Monasterio de Leire” que hace la número cuatro y otras muchas más adelante. “Leyendas de aves”, segunda de la nómina, se la contaron “siendo niño” y la “leyenda del manantial de Azor”, sexta de la colección, le fue relatada en 1948 por un cazador alavés, la “leyenda del Buitre” se la relataron en el barrio Guezala de Ceberio, la leyenda de los Cisnes se lo contó un pescador de la zona de Lapurdi, la leyenda del Chochín o Txepetz la entrecomilla tal como se la contó un aldeano de Ceberio, aunque el lenguaje que transcribe difícilmente se le pueda atribuir a tal personaje… así de vagas y etéreas son las fuentes de las que bebe el autor.
El libro se abre con una “curiosa divagación” parece que tomada muy en serio por Juan Mugarza sobre la interpretación orgánica y comparación de la comarca de Bilbao con “el gallo silvestre de las montañas del Cantábrico”, que se trata nada más y nada menos que el esquema orgánico del proyecto realizado, eso sí, a posteriori, pero con una proyección o augurio para el año 2000. Creemos que para estas alturas, el lector ya se habrá hecho una idea ajustada del rigor científico del trabajo que nos ocupa.
Después del sorprendente inicio se presenta el corpus de Leyenda que van a completar el primer volumen. Tras un epígrafe titulado “Leyendas, mitos y tradiciones (Aves)” le sigue otro “Cuentos y leyendas”, que encabezan 80 páginas (13-96) con breves relatos no siempre relacionados con las aves, o de una manera muy tangencial, como es el caso, por ejemplo, de la “Leyenda de Pedro de Axular”; ni en muchas ocasiones directamente al menos con el País Vasco, buena muestra del espíritu viajero y peregrinage jacobeo del autor.
Sigue a este primer cuerpo de leyendas otras encabezadas con el epígrafe “Leyendas de otros países (pp. 97-104), donde incluye relatos desde Grecia hasta Japón). A continuación dispone Juan Mugarza de una sección (“Cuentos, datos, curiosos, augurios y supersticiones [Aves]”, pp. 105-131) tan interesante como caótico, en el que recoge, por ejemplo, “algunos datos sobre la enfermedad de los loros, papagayos...” o “algunos augurios que se dicen de ciertas aves en el País Vasco” en la página siguiente. Entre las curiosidades no faltan unas notas sobre “la isla de los Faisanes”, que está de 350 aniversario estos días, no la isla, claro está, sino el tratado que firmaron entonces las monarquías francesa y española. De esta manera acaba la atención a las aves en este volumen, excepción hecha de algunos datos aislados y de la nómina de sanciones por caza de aves prohibidas (pp. 293-298), para dar paso a un pot pourri de datos, estadísticas, notas históricas y las más variopintas curiosidades.
Comienza el tomo II, con una introducción de la pluma de Jesús María Echegaray, que había preambulado ya el tomo I. Trata brevemente de definir el plan de este segundo volumen, pero lo difuso del objeto hace inviable tal intento, que tampoco logra el propio autor en el prólogo. Consta esta segunda parte de la obra de capítulos o secciones dedicados respectivamente a la brujería, plantas, heráldica, sueños y depresiones (que luego renombra como sueños y supersticiones cuando trata de los animales en general, a los que añade presagios de muerte). Discrimina, y hace capítulos independientes para ello, aves y animales en general. Las materias que trata en la tercera parte del libro, sin embargo, carecen de este doble enfoque, pues parece obviar ya al reino alado, por haberlo hecho antes o por falta de consistencia de los datos. Son estas secciones las siguientes: sortilegios y amuletos, costumbres, mascotas, venenos, remedios, religión, refranes, cuentos y narraciones, para acabar con unas “observaciones del autor”.
En definitiva, un libro que hacía mucha falta pero que frustró muchas expectativas, a falta de una mano o un planteamiento más serio o profesional, que nos recuerda al reciente libro Las aves ibéricas en la cultura popular de Antonio J. Pestana, Tundra ediciones, 2009.

British names of birds

Christine E. Jackson
H. F. & G. Witherby ltd. Worcester and London, 1968
British names of birds es uno más de los diccionarios de nombres de aves de la rica tradicción anglosajona. Es, por otra parte, la opera prima de su prolífica autora, Christine E. Jackson, reconvertida de bibliotecaria en escritora, al que seguirían otros muchos centrados en el mundo de arte ornitológico, de los que merecen ser destacados A Dictionary of Bird Artists of the World (1999), Great Bird Paintings of the World (1993-94), en dos volúmenes y Bird Etchings: The Illustrators and Their Books, 1655-1855 (1989). Es asimismo autora de una obra que no llegó a publicarse y cuyo manuscrito obra en el Natural History Museum de Londrés: A dictionary of bird words: how, when, why and from whom British bird species acquired the English and scientific names, 1983. Podemos considerar a Jackson, por su obra y por la confesión que hace en la dedicatoria del libro, una ornitóloga amateur u observadora de pájaros, o una txorizale o txoriduna, si con eso se recoge, así sea aproximativamente, el sentido del término inglés bird-watcher.
Confiesa la autora en la breve introducción que encabeza el libro, que el punto de partida de la obra es el diccionario de H. Kirke Swann, de 1913. A los nombres recogidos por Swann añade, tras rigurosa selección, otros 1.100 más, recolectados de unos 200 libros tras dos años de trabajo de vaciado, de lo que resulta un corpus de unos 4.000 nombres.
Es un diccionario onomasiológico, cuyo cuerpo lo componen 329 especies de aves ordenadas alfabéticamente según la lista patrón de aves de Inglaterra e Irlanda de 1952. En la entrada de cada ave-concepto, lista la autora los distintos nombres, generalmente regionales, testados para cada uno de ellos. Y, por el contrario, nombres como el polisémico nombre blackcap, al igual que el burubeltz vasco, tiene cabida en cada una de las entradas de las aves que lo portan.
El libro consta de 125 páginas, de las cuales tan sólo 50 conforman el cuerpo o lista central, seguido de un índice que supera en páginas al propio cuerpo del diccionario y que recoge todos los nombres alternativos que completan la nónima, complemento imprescindible en este tipo de diccionarios.
Precediendo a la lista principal, sin embargo, se presentan hasta ocho listas especializadas diferentes, correspondiente cada una a determinada jerga o lenguaje gremial o a otras especificidades semánticas: cetreros, gunners y wildfowlers (sic), pajareros (en el doble sentido de cuidadores y colectores), cuidadores de cisnes, literatura y en especial poesía, inmaduros, colectivos y polisémicos. Si bien las listas son someras, y como las del resto del libro, carentes de rigurosa filiación y detalle, es esta división que nos presenta Jackson novedosa e importante, tan frecuentemente mentada como poco atendida. La especialización explica en parte la abundancia y proliferación de distintas denominaciones, sin obviar las que eran tabués y objetos de lenguajes secretos.
Las entradas del listado, como avanzábamos arriba, carecen de la rigurosidad deseable y le restan mucho valor al libro. La única información que se facilita es la geográfica y además de una manera farragosa, pues no hay la mínima distinción gráfica aparte de la mayúsculas de los nombres propios que haciera más clara la identificación de los distintos nombres. Se añade entre parentesis la especifidad de género (male / female), edad con distinción de los inmaduros (imm.), estacionalidad (winter / summer …), los términos obsoletos (obs.) y más puntualmente el rasgo poético, heráldico, gremial, etc. del dato. Por último se destacan en cursiva los nombres que tienen una extensión geográfica más amplia, lo que marca al tiempo al resto que es la gran mayoría como localismos o términos especializados.
La autora le quiere buscar algún objeto práctico al libro, al mismo tiempo que reconoce que, fruto de la pérdida de la individualidad del habla del hombre de campo, el listado, rica herencia de términos expresivos y pintorescos, puede resultar una colección de términos obsoletos limitados al interés del filólogo.
El libro, publicado en 1968, resultó un puente entre los abundantes diccionarios de nombres de aves clásicos de G. Montagu (1802, 1813), C. Swainson (1885), A. Newton (1896), C. L. Hett (1898, 1903), H. K. Swann (1913), etc. y los más modernos y especializados de F. Grenoak (1979), W. B. Lockwood (1984), por no citar los fundamentales de W. L. McAtee y los más nuevos de E. A. Choate (1985) y J. M. Sayre (1996) de nombres americanos.